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Los comienzos de la inteligencia artificial
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Los comienzos de la inteligencia artificial

Los comienzos de la inteligencia artificial

La inteligencia artificial es posiblemente la disciplina científica con más potencial de las últimas décadas. Una de las personalidades más conocidas en esta disciplina, Andrew Yan-Tag Ng, la llama “la electricidad del siglo XXI“.

Los primeros intentos de definir la IA vino de la mano de un señor llamado Alan Turing, padre de la informática, aunque esquivó responder a esta pregunta. Su aportación fue un test, que trataba de determinar si “algo” poseía o no inteligencia artificial. Así nació el Test de Turing que para muchos expertos actuales no acaba de definir del todo este concepto.

En el año 1956, Allen Newell, Herbert Simon, Marvin Minsky, Arthur Samuel y John McCarthy se reunieron en Dartmouth College, llegando a la conclusión de que desarrollar finalmente la inteligencia artificial y dotar a las máquinas de la capacidad de pensar sería fácil.

Ramón López de Mántaras, Catedrático de Inteligencia Artificial en el CSIC y autor del libro ‘¿Qué sabemos de inteligencia artificial?‘ señal´ó que este grupo de eminentes, fueron enormemente optimistas. En los últimos años 1950 y los primeros 1960 la inteligencia artificial vivió una era esplendorosa en la que las máquinas jugaban a las damas mejor que el ser humano, resolvían problemas algebraicos y lógicos e incluso aprendían a hablar idiomas en poco tiempo.

La inversión en proyectos era enorme, y los creadores de la disciplina creían que ese reto pronto se superaría. Herbert Simon se atrevió a predecir que en 20 años las máquinas serían capaces de realizar cualquier trabajo, mientras que Minsky (científico estadounidense considerado uno de los padres de la IA y cofundador del laboratorio de Inteligencia Artificial del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT)), llegó a afirmar que “el problema de crear inteligencia artificial estará sustancialmente solucionado en esta generación“.

Pero ya sabemos como acaba esto siempre. Hasta las mentes más brillantes se equivocan. A pesar de esos avances, los retos de esa inteligencia artificial equiparable a la inteligencia natural de los seres humanos eran difícilmente alcanzables. Al optimismo desmesurado de los años 50 y 60, siguió un frío invierno que paralizó las fuentes de inversión y la investigación durante años.

Y lo más curioso de todo es que aquellos que siguieron trabajando en esta disciplina técnico-científica, no acababan de ponerse de acuerdo en la definición de inteligencia artificial.

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